Tres lecciones que he aprendido al salir de chica a la calle

Como muchas chicas, he pasado una muy buena parte de mi tiempo en el clóset. Desde hace mucho tiempo sentí que justo ese clóset me estaba asfixiando, así que decidí empezar a salir. De ese modo, llegué a conocer a varias amigas en reuniones y una que otra salida a algún bar y también así conocí a mi amiga, la autora de Feminófila.

Desde el año pasado esta decisión se transformó en salir durante el día a diferentes lugares como plazas, cafés y parques, en lugar de hacerlo solo en la noche, como lo había hecho antes, y estas son tres cosas que he aprendido:

1. A la gente le interesamos menos de lo que pensamos. Como chica travesti, al principio me imaginaba que todo mundo se me quedaría viendo, que me verían como bicho raro, que sería el centro alrededor del cual fluye todo. Hasta hoy, nada de esto me ha sucedido. He ido a algunas  plazas en la ciudad en donde vivo, sobre todo a ver ropa y a sentarme a tomar un café. Las chicas de las tiendas de ropa se han acercado a mí como a cualquier otra clienta. Lo mismo ha sucedido con las chicas del Starbucks; me atienden como a un cliente más, me han preguntado mi nombre y a mí me da mucho gusto ver el vaso de cartón con mi nombre “Paula”. En una visita a una plaza me quedé sin monedas para pagar el estacionamiento. Al preguntarles a dos chicos que estaban formados en la fila detrás de mí, fueron muy amables en cambiarme un billete por monedas y poder pagar, no hubo miradas extrañas ni comentarios fuera de lugar.

2. Una buena parte del miedo es irreal. Uno de mis temores al salir es, definitivamente, exponerme a algún insulto, a una mirada lasciva o incluso a alguna agresión. Ese temor ha sido prácticamente infundado. Nunca he tenido una sola experiencia negativa. Si bien he salido durante el día, lo hago en lugares públicos y con gente. Creo que eso es mucho más seguro que salir a caminar por la noche y sin gente, como lo llegué a hacer un par de veces. En alguna de las ocasiones me abordaron dos hombres, uno para decirme que me veía guapa y el otro para preguntarme mi nombre. Aunque en ambos casos me llegué a sentir nerviosa, no pasó nada de nada.

3. Con el tiempo la experiencia de salir se va a haciendo natural. Al salir las primeras veces a la calle, me sentía insegura de la imagen que proyectaba. En algún momento descubrí a una chica maquillista con experiencia en la comunidad trans, quien me ha diseñado unos maquillajes muy lindos. Esto me ha ayudado a sentirme empoderada y confiada en mis salidas. Hoy, ya no siento que traigo maquillaje puesto y lo mismo pasa con mi ropa; los tacones, la blusa y la falda se han ido convirtiendo en un atuendo natural. Hoy siento que por momentos no caigo en la cuenta de que estoy en la calle en modo chica.

Estos momentos de estar en la calle cómoda y confiada tienen dos partes. La primera es la que he platicado aquí acerca de la decisión personal de hacerlo. Sin embargo, esta decisión puede ser un “no” para varias chicas y es perfectamente válido. Cada quien va saliendo del closet a su paso. Incluso hay quien puede decidir no salir. La segunda parte son las circunstancias externas. Hay lugares que son menos amigables para nosotras que otros. Por ejemplo, las vendedoras de Liverpool, donde he ido un par de veces, no tienen la sensibilidad de tratar con una chica como nosotras, tal como lo hacen las chicas y chicos en Sephora o en Mac, donde me he probado bases de maquillaje. Además, es posible que no haya lugares que percibamos como confiables cercanos a nosotras. Esto claramente nos inhibe a salir.

Al final, mostrarnos como somos y socializar es parte de la vida diaria para cualquier persona y en mi experiencia ha valido la pena hacerlo ¿Y a tí cómo te ha ido en tus salidas?